Recuerdo con añoranza aquellos tiempos de estudiante en los que, en cuanto conseguíamos la lista de los libros del curso siguiente, empezaba la aventura de llamar a primos, amigos,... todos buscábamos los que nos pudieran servir. De esta manera ahorrábamos un dinerito y además alargábamos la vida de nuestro libro.
Por suepuesto aprendíamos a cuidar nuestro material ya que el curso siguiente podía utilizarlo otra persona y a ninguno nos gustaba tener un libro heredado de alguien que lo hubiera destrozado.
Ha llegado a mi esta publicidad.
No tengo nada que ver con el establecimiento y ni siquiera sé como funcionan pero me parecía una irresponsabilidad no compartirlo con vosotros y más con los tiempos que corren.